La izquierda no gana en Madrid porque no construye poder popular en los barrios obreros, esta es la explicación a grandes rasgos del fracaso de cualquier partido u organización progresista en la capital española. La izquierda madrileña vive de tópicos: de Vallecas como ejemplo para todo, de criticar a los habitantes del Distrito de Salamanca, de comparar al PP y a Ciudadanos con la extrema derecha de algún país europeo de moda, y sobre todo vive del derrotismo.
El PP de la Comunidad de Madrid sabe utilizar las reglas del juego político a su favor, con una candidata transversal que es capaz de aglutinar el voto de la centro-derecha y de la ultraderecha con una facilidad que cuesta creer, sobre todo si atendemos a la situación del resto de los populares en España. Ayuso se come a Ciudadanos y a VOX, acapara los medios de comunicación y obliga a las izquierdas a entrar en su terreno. Ahí es donde los partidos progresistas se vuelven locos.
La izquierda madrileña debería olvidarse de Vallecas por un momento, y centrarse en crear una estrategia que guste en todos los barrios de la ciudad. Necesitan recuperar las calles, pero no quieren. No tienen intención de hacer trabajo fuera del terreno institucional porque son ellos los culpables de haber desilusionado a la clase obrera, que ya no pretende manifestarse ni luchar por sus derechos, y es lógico, ya que la izquierda ha dejado solo al movimiento obrero.
Más Madrid es la prueba de que si las cosas no funcionan, seguir igual y no tratar de ofrecer algo nuevo es la peor de las alternativas. Jugar al fútbol en campo contrario es más difícil, te encuentras a un gran número de rivales y necesitas unidad y estrategias conjuntas para llegar a portería sin que te hayan quitado el balón. Esta metáfora tan simple solamente quiere decir que denunciar los bulos de Ayuso, comparar su gobierno con el de cualquier mandatario “populista” (tener que usar esta palabra me cabrea) que esté de moda o ridiculizarla a ella y a su equipo es entrar en el juego del PP y perder.
Una izquierda fuerte es la que no abandona los valores materialistas: el empleo, las condiciones salariales de los trabajadores, las relaciones entre economía y cambio climático, etc. Nadie dice que defender al colectivo LGBT+ sea malo, o que no haya que hablar de políticas verdes, pero a un obrero lo que más le importa aun en este siglo no es que talen un árbol al lado de su casa. Si no tengo ni para comer, lo de menos será la contaminación.
Las políticas que pretenden hacer ver a la izquierda como hiper-progresista y que se suma a reivindicar cualquier nueva “opresión” que sufra un grupo minoritario por indiferente que esto le resulte a la población y por contradictorio que sea apostar por los derechos de algunos colectivos totalmente opuestos al progreso real de la sociedad, están causando rechazo entre sus votantes tradicionales, que ya no le encuentran sentido a muchas de las novedosas ideas del post-modernismo en el que ya no hay ricos ni pobres, solo “ciudadanos”.
Una izquierda descafeinada, blandita, que denuncia la corrupción cuando esta afecta solo a las derechas, que está completamente desconectada de la realidad social en la que realiza su actividad y que promete reformas mientras se beneficia del status quo; es perfecta para que VOX se implante entre los obreros (los de verdad) y el PP de Ayuso continúe en racha.
En definitiva, la derecha sabe jugar en Madrid, pero la izquierda no encuentra un once inicial que le convenza a nadie, por mucho que lo guay ahora sea ser ecologista y feminista dejando al pueblo tirado en tiempos de crisis. El proyecto de Ayuso: simple, directo al ciudadano medio y tomando como referencia esa base regionalista que le ha funcionado siempre tan bien a los populares. Por algo ganan en Galicia y en Andalucía con mayorías. ¿No hay nadie en la izquierda que se pregunte estas cosas? Quizá la única verdad es que no les interesa, se vive muy bien en la oposición.